Cuando todavía no era políticamente incorrecto llamar a las cosas por su nombre, el historiador Antonio García Bellido, en su libro “25 estampas de la España antigua”, escribió: árabes en sentido estricto son los semitas de Arabia, de los que muy pocos llegaron a España (…) moros son las gentes del norte de África. La voz ”moro” es, pues, más exacta y más antigua para nosotros. Los griegos llamaban ya moros (mauroi) a los habitantes de Marruecos.
García Bellido creía que las invasiones moras son un factor periódico de nuestra historia con el que hay que contar porque el estrecho de Gibraltar no fue nunca, ni será, un Estrecho que separe sino un camino que une y enlaza. Ese antiguo camino, hoy autopista para lancha zodiac con motor fuera borda, por el que se introduce ilegalmente en nuestra tierra una muchedumbre de moros, constituye un negocio que las autoridades magrebíes alientan y consienten. La interrupción del flujo de pateras durante dos semanas, a raíz de los atentados del terrorismo islámico en USA, es reveladora y prueba hasta qué punto controla Marruecos su emigración ilegal. Se acojonaron y cerraron el grifo de la emigración clandestina, pero hoy, recuperado el resuello, han levantado la prohibición para que las pateras sigan llegando a las costas andaluzas. Marruecos no tiene nada que temer: lo respalda el primo de zumosol, o sea USA. La tiranía heredada de tal padre y de tal abuelo se perpetúa de la forma más natural. Exportan miseria a un vecino que tampoco está boyante. Una miseria que, si no fuera tan políticamente incorrecto, podríamos considerar el caballo de Troya de una cultura medieval, intolerante y agresiva. Los que desde esta orilla la favorecen aseguran que esos emigrantes “traen mundos”. Es cierto, traen mundos, pero mundos que creíamos superados, mundos que nos ha costado mucho esfuerzo superar.
Y en ese contexto es donde hay que encajar nuestra errática política exterior que da a manos llenas a cambio de nada, que encaja impertinencias y desplantes y encima pide excusas.
Volviendo a Garcia Bellido no sabemos si los avatares de la historia nos llevarán, andando el tiempo, a ser de nuevo dominados por gentes del Norte de Africa. Sería ver la historia con ojos de hormiga y medir el tiempo con el cronómetro de la vida efímera si creyésemos que lo que es hoy será siempre.