Patricia Gorgeous-Bottom, una inglesa conocida mía, me ha enviado el manuscrito de su tesis sobre los españoles. “Lo que más me asombra –transcribo- es que, cuando salen a tapear con los amigos, rivalizan por pagar la cuenta. Esto podría parecer generosidad hidalga, pero he observado que después van a otro bar y el que pagó en el primero se desentiende para que los otros representen la misma comedia y así sucesivamente hasta que todos han pagado la ronda correspondiente, con lo cual quedan satisfechos y se despiden. O sea, que, en el fondo, se produce un reparto equitativo del gasto. Este comportamiento es bastante absurdo porque mientras que unos se ven obligados a seguir comiendo y bebiendo después de saciados, a fin de resarcirse de lo pagado, otros se reprimen y comen menos, por no parecer gorrones.”
“No menos absurdo resulta que el tapeo se realice especialmente cuando se acerca la hora de almorzar o de cenar –sigo leyendo-; cada bar o taberna está especializada en dos o tres de estas tapas lo que motiva que los entendidos, y todos pretenden serlo, emprendan una peregrinación gastronómica, a veces cubriendo considerables distancias, para degustar la exquisitez de cada lugar. Luego llegan a sus casas sobradamente comidos, y, sobre todo, bebidos, y entonces tienen que esforzarse en comer, aunque no tengan apetito, lo que les han preparado sus mujeres, porque de lo contrario tendrían que soportar la cantinela yo aquí encerrada todo el día en la cocina mientras tú por ahí de tapas, mira lo poco que luce el trabajo de una, ya me lo advirtió mi santa madre, ese hombre no te conviene, etc. o sea, que muchos maridos almuerzan y cenan dos veces, la segunda ya sin apetito. Después no están en condiciones de realizar el acto conyugal en cuya frecuencia es sabido que los hispanos andan por debajo de la media comunitaria. Este hábito de comer el doble y de acoplarse maritalmente la mitad explica los españoles engorden en cuanto se casan. También las españolas, ciertamente, pero lo suyo es debido a que, como las pobres se pasan el día en casa, solas y cocinando, y los maridos no las tienen servidas, les da por picar.”
“Todos estos excesos y carencias se evitarían simplemente si cada uno pagara lo suyo, pero, aunque cada cual confiesa en privado que eso sería lo razonable, ninguno está dispuesto a ponerle el cascabel al gato. (No sé que tendrán que ver los gatos en todo este asunto, pero así lo dicen los españoles)”