Amanezco con la resaca de fin de año, la cabeza cargada y el estómago estragado, y salgo a tomar el aire y una botella de agua mineral. Vagando por la ciudad desierta, esquivando vidrios de botellas rotas y vomitonas (además de las consuetudinarias mierdas de perro), llego a la cafetería de un hotel y reparo en otro cliente que pide lo mismo que yo, agua mineral, pero pregunta al camarero “¿Tienen carta de aguas?”
Es un tipo exquisito, vestido de oscuro, bufanda blanca al cuello y pajarita deshecha: un snob.
Tengo entendido que snob es el que pide Dom Perignon en una taberna. Por el contrario, cursi es el que pide atascaburras en un restaurante de lujo. La palabreja, snob, procede, contra lo que mucha gente cree, no del latín sino del francés “Sans noblesse”. Le dio carta de naturaleza Thackeray, en 1848, que la tomó de la jerga estudiantil de Oxford y Cambridge, donde abundaban los snobs, o sea los plebeyos enriquecidos que imitaban torpemente los modales y las modas de sus compañeros nobles. Por lo visto, a los que no alcanzamos una educación esmerada se nos nota siempre el pelo de la dehesa. Hace poco leía una entrevista a José Luis de Vilallonga, Grande de España y noble de cuna, y el entrevistador, que debe ser un pardillo extraído de la sufrida clase baja-media, de donde salimos casi todos, se pasma del estilazo del aristócrata que se levanta a pedir permiso para seguir fumando su habano a una pareja de ancianos que acaba de ocupar la mesa contigua.
A uno, quizá más baqueteado que el entrevistador, le hubiera parecido de mejor estilo otra clase de finuras que el aristócrata no gasta. Por ejemplo, en la misma entrevista dice cosas espantosas de Tita Cervera, la ya exbaronesa Thyssen, que revelan una considerable mala uva contra la dama, fruto de su vieja y rencorosa enemistad. Y en el prólogo de otro libro, aprovecha la ocasión, sin venir a cuento, para arremeter contra su exmujer a la que pone de verde peregil.
Me pregunto si este hombre resacoso del lacito deshecho y de la bufanda blanca sobre el traje oscuro que ha solicitado la carta de aguas pertenecerá por derecho de cuna a la rancia aristocracia o si, por el contrario, será un snob. Hay cosas que no se aprenden.