En Andalucía, la tradición griálica se concentra sobre rodo en Jaén y sus alrededores. El recorrido comienza en el barrio de la Magdalena de Jaén, donde existe viva la leyenda de un temible dragón que aterrorizaba al vecindario y que fue vencido por un condenado a muerte que negoció su perdón a cambio de liberar a la ciudad de aquel peligro. Juan Eslava atribuye al dragón el papel de guardián de la entrada de una cueva del monte de Santa Catalina donde se custodiaba una mesa de oro y piedras preciosas, la Mesa de Salomón, otro de los objetos unidos al Santo Grial en la tradición mítica. En una fuente del barrio existe un monumento al lagarto legendario, en la iglesia de San Ildefonso se exhibe la que dicen que fue su piel y en el arco del manantial de la Magdalena se ubica tradicionalmente el lugar por el que salia la fiera.
Otras claves mágicas son también frecuentes en Jaén, que debe su nombre al árabe Xauen (santuario). En el propio barrio de la Magdalena encontramos en muchas casas el Nudo de Salomón, un triángulo fonnado por la unión de tres círculos, emblema secreto que usaban para reconocerse los seguidores del sabio autor del Cantar de los Cantares. Esta oda al amor, como principio generador y fecundador de cadas las cosas, es la fuente de una antigua tradición, perseguida por la jerarquía de todas las religiones convertidas en iglesias, y que aparece aquí y allá en las más diversas fonnas. Una de ellas son las Galactotrofusai,
las Vírgenes de la Leche que amamantando a su hijo le transmiten la esencia divina. A este estilo pertenece, precisamente, Nuestra Señora del Soterraño, la imagen llamada ahora Virgen de la Antigua que se venera en la capilla mayor de la catedral de Jaén.
Mesa de Salomón, Sama Grial, oro y piedras preciosas… Jaén es tierra pródiga en leyendas de tesoros escondidos. En la capital existe la leyenda de uno oculto en la casa a la que se encuentra adosada la homacina del Cristo de los Tres Huevos. También en los alrededores de la ciudad, en los caserios de Mariblanca y Pilatos, y en el cerro de Piras, nombre alusivo a las gallinas -y sus correspondientes Huevos de Oro- que encuentran, en su picoteo, el lugar del tesoro enterrado.
Saldremos ahora de Jaén hacia el sur, buscando la sierra de Otíñar, centro de hallazgos arqueológicos. Aquí, en el cerro Veleta, encontraremos un antiquísimo dolmen y al sur, en el barranco de la Tinaja, la cueva de Los Soles, con grabados prehistóricos representando una Venus -de nuevo una diosa de la fertilidad-rodeada de soles.
Volveremos a Jaén para dirigirnos al norte por la carretera local de Cuevas, hacía el cerro Perulera. Allí, cerca de un cortijo de idéntico nombre, en la cima del cerro, encontraremos, junto a una vieja encina, una gran piedra semienterrada con forma de esfera casi perfecta. Quién y cómo consiguió colocarla en este lugar forma parte del misterio. Pero éste comienza a adquirir otro significado cuando estos puntos, junto a otros como los cerros Pitas y Canteras, la fuente de la Peña o la Virgen Blanca, se sitúan sobre un mapa y se comprueba que definen una línea recta perfecta de 12 kilómetros de longitud flanqueada por tres puntos simétricos y equidistantes a cada lado, semejante en su diseño al llamado Árbol Sefirótico de los kabalistas.
Muchas otras localidades jiennense esconden claves de carácter mágico o leyendas arraigadas en la memoria colectiva, como Bélmez. A poca distancia del pico Mágina, un monte cónico que fue lugar de culto desde la antigüedad, aparecen, desde hace 20 años y sin interrupción hasta hoy, unos misteriosos rostros en la cocina de una casa particular. Estas caras de Bélmez, que surgen una y otra vez en el ce’mento del suelo, han sido estudiadas por numerosos investigadores,
sin que hayan conseguido encontrarle una explicación científica.