Don Enrique de Villena, Alfonso X el Sabio (o quien se sirviera de su nombre), Ricardo Stanihurst, Luis de Centellas y don Diego de Torres Villarroel, son nombres que hace tiempo deberían haberse incorporado con todos los honores al discreto ejercito de alquimistas que hoy ensalzan o denigran los estudiosos del Gran Arte como forma tradicional de la cultura marginada.
Si ahora se incluyen con sus textos al concierto de una literatura recuperada del olvido, es con la esperanza de que su mensaje pueda llegar a colocarse en paralelo al de aquellos que todos reconocen ya como hitos de un saber que muy pocos han logrado penetrar en su justa dimensión.